Si alguien preguntara
A donde ha ido Sokan,
decid tan solo:
"Tenía cosas que hacer
en el otro mundo"

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domingo, julio 10, 2011

Patología de una sociedad desbocada


Sin educación crece la corrupción, el desequilibrio económico en los países deriva en violencia civil (véase el caso de Facundo Cabral, en Guatemala), por falta de deseo de superación personal, la mayor parte de la población pierde esperanzas de una vida digna y comprensiblemente vuelca esa frustración a una respuesta agresiva, que no lleva a ninguna otra parte que a una cadena de asesinatos sin sentido.
La solución a ello no es la violencia sobre la violencia, queda demostrado que el castigo penal no ha llevado a resolver nada, solo nos trae individuos que pasan a ser una suerte de expatriados en su propia tierra.
El ser humano lleno de contradicciones ha perdido su relación con la naturaleza y su equilibrio relativo, pequeños grupos egoístas acumuladores se ha desbocado, ya no les queda tiempo, ni para gastar lo que tienen, pero siguen acumulando maniaticamente, buscando tal vez validarse a si mismos, obteniendo, pero se les vacía el alma mientras crecen sus cuentas.
Seres insatisfechos que remplazan la falta de afecto por el poder desenfrenado y frenético.
Es tiempo quizás de tomar conciencia de la patología crónica de una sociedad que se deja gobernar por un grupo pequeño que sufre del mal de Diógenes sofisticado, pero mal de Diógenes al fin.

No se hable de una teoría conspiradora, si no de una pequeña elite que posee rasgos paranoicos y que no quiere perder su condición de privilegio. Desesperados, olvidan aprender sobre si mismos y su el entorno.
En la locura de acumular riquezas se olvidan de su condición de ser humano interdependiente y pierde incluso su sociabilidad, en el amplio espectro de la palabra, ya no importa que alguien muera producto de sus actos, prevalece el egoismo.

En esa neurosis se pierde contacto con la naturaleza y se hace preferible tomar ansiolíticos, antidepresivos, medicarse, la sensación de cura es más rápida, sin tiempo ya no se puede reflexionar en un futuro a mediano y largo plazo.

En este frenesí la perdida de contacto con su descendencia, no es más que un síntoma y dejar de pensar en el medio ambiente que heredan a los próximos habitantes, entre los cuales están incluidos sus hijos y nietos, es una manifestación de lo crónico de la enfermedad.

Desconectados de la realidad que cada vez se les acerca más y más y la cual le temen, esconden sus cabezas y no dejan ver a sus hijos eventos que puedan generar preguntas profundas sobre el alma, en fundos donde la pobreza y los desastres ecológicos no se noten, viviendo una cierta tranquilidad hedonista que, no es más que un placebo a su extraña sensación de insatisfacción que sin duda proviene de una dinámica de consumo poco moderado.