
Los violines se balanceaban como buscando escapar del rigor de los arcos.
Mientras las hebras de estos saltaban al calor de las cuerdas, el teatro completo incluyendo al atónito publico, vibraba con los timbales .
El impacto de las ondas sonoras dibujaban en el rostro de mi madre, una pequeña sonrisa expectante.
Era casi un sacrilegio respirar, suspendidos en el tiempo resistimos la tentación de saltar de nuestros asientos.
El hechizo se desató con largos aplausos del público animado.
Los músicos sonreían victoriosos …
Y mi madre, me sorprendía con una gran explosión alegría y entusiasmo, quizás recordando aquellos días de niñez y juventud en los que también compartió ese maravilloso gusto por la música con mis abuelos.
Verla radiante, festejando ese gran momento, me dejó ver su infancia, su juventud, pero sobretodo su presente armónico y en constante búsqueda de equilibrio.
Como en sus tiempos de estudiante de danza, ahora da ritmo a su espíritu desbordante de vida y generosidad.
Que agradecido estoy del aquel, astuto, rebelde y luchador, compositor ruso…
Que risa saber que a stalyn no le gustó tanto y que Shostacovich es ahora símbolo de alegría, fuerza y resistencia.
Ahora el compositor de la música del film Octubre es de mis preferidos…