
Cuando estoy narcotizado por la cotidianeidad aristotélica de la contingencia diaria, un mecanismo de sobre vivencia me hace invocar a un cuenta cuentos que se especializa en hacer que la realidad sea una fábula creíble, hasta el punto de borrar la línea de tiempo que hay entre lo vivido y lo soñado.
Ya casi se ha hecho un habito. Cuando el oxigeno se estaba acabando y mi espíritu parecía sucumbir a la oscuridad de la ignorancia y la desidia placentera, una vez más y casi como respondiendo a mi llamado, apareció desde su universo espejo, con su clásico estilo tranquilo, contando historias que vienen a ser cocinerías de humor crítico y juguetón, aderezados por su conocimiento ilustrado o viceversa.
Hoy descubro que nuestro fabulador es una acertada alquimia entre sus padres y sus abuelos que son conocidos por ser grandes conversadores y contadores de historias, lo maravilloso es que nuestro personaje no se quedó quieto y viajo y viajo y sigue viajando, por países, pueblos, ciudades y universos.
Hoy por ejemplo trajo junto con algunas monedas antiguas de la suerte, historias que vienen del pasado.
Una de ellas es del su abuelo, que narra en primera persona y con lujo de detalles como pasaban la noche y el día, mientras tenía un largo enfrentamiento con un toro, bajo un puente de Chiloé.
Su abuela en cambio hablaba de cuando la virgen María, para ayudar a una angel de la guarda, hacia una colecta de lagrimas puerta a puerta, para salvar a un bandido que era tan malo se adelantaba a su diablo de la guarda.
Que se puede esperar de los próximos días?
Nada más que el privilegio de volver a escuchar a un gran maestro de la narración que me permitió viajar por Chile reflejado en una infinidad de espejos.
Creo haber escuchado una historia y ahora me doy cuenta de que en realidad soy parte de ella
Gracias entonces a Don Raul Ruiz por aparecer recobrando el tiempo e invitarme a la experiencia Cofralandes, una pequeña realidad que parece fábula... o viceversa.
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