Paraíso de un artista

Imagina que ya estuvimos aquí, pero ahora no eres quien gobierna tu destino, tiempo y espacio cambian, a gusto de lo que inventa ojos dulces y preguntones, pero no te asustes…
En algunos momentos recuerdas quien eres y de donde vienes, lo que experimentas tiene sabor a nostalgia y viaje.
Caminando por un pasillo, a lo lejos, Bob Dylan y su guitarra, dos pasos más y el olor a tostadas cambia la música, como si escucháramos en un Wurlitzer un guitarrón chileno que nos hace estornudar, como la primavera que se anuncia con viento que cruje en metal oxidado.
Abres los ojos y solo hay maderas que algún día fueron muebles elegantes, ahora son, solo el olvido de una familia de economistas con Alzheimer, tres pasos más…
Detrás de un aromo un niño declama la “oración por el libro” con un conejo en la mano, ¿Te acuerdas de tu infancia?.
Tres sillas en la oscuridad y una luz cenital que acaricia sus cantos te distrae del agua en tus pies descalzos, la brisa del mar abraza tu primer amor, piel versus labios u otra vez la humedad en los cuerpos, eso dice en el libro que cae en la tercera silla, justo donde querías descansar.
En la página cuatro hay un grabado de Santos Chavez, “La niña encantada” …
Solo la voz del niño tras el aromo, acompañado por arpa y guitarra…

“Cueca de pañuelo blanco
y el brindis de chacolí
que bien bailada te baile
el que suspire por mi.

Chupalla de tres colores
para la siesta del río,
dame tus alas de paja
que a tu sombra me confío.

Entre pétalos de chilco
tiene hogar una cuncuna,
se alimenta de amapolas
y corazón de aceitunas.

Chiquita de chapes negros,
ven a jugar a la chaya,
trae un manojo de flores
y una tinaja con agua.

Ahora que estas de santo
te he traído estas chalalas,
así podrás ir a verme
de tarde y por la mañana.

Por maquis y Zarzamoras
salió al alba Rosalía,
vacía trajo la cesta,
pero la boca encendida.

A orillas del Lonquimay
vive una niña tan bella
que en esa parte del río
ya no salen estrellas.

Junto a mi ruca de barro
tengo plantado un maitén
quien quiera venir a verme
ya no se puede perder.

Grueso chamanto de lana
para pasar el invierno,
una guitarra afinada
y un saco lleno de peumos.

Abanico de copihues
sobre mi cara morena
matico, cedrón y paico
para los días de pena

¡Qué viva María Cristina menares!!!! Gritan los manifestantes mientras lanzan maíz a diestra y siniestra y un cóndor los sobrevuela.

Imagina que ya estuvimos por aquí, pero que ahora filmamos una de Ruiz. Al despertar, veras que ya no es posible dejar de imaginar que despiertas.