Tiempos de exorcismo

Un mundo, mi mundo, de un momento a otro se desmoronó, la sensación de abandono apareció desde las oscuras profundidades de mi ser, parece que me traicionó la memoria emotiva, tal vez de la infancia, tal vez de la pubertad, el caos de la imaginación me contactó con algo de lo que creía, ya me había desprendido.
La oscuridad me asustó y reaccioné instintivamente, pero con un mecanismo que ya había expirado, los efectos colaterales de esa medicina pasada de fecha, tuvieron un efecto prácticamente epiléptico.
Al despertar no sabía quien me había poseído y pensándolo bien era un yo Golum que dormía en las cavernas del pasado lejano.
Tras las secuencias del exorcismo experimentado, me di cuenta de que hay momentos en los que nos toma de sorpresa la soledad, no la entendemos y nos defendemos de ella. Entonces la sensación de estar en un calabozo con tus propios dragones, asusta.
En “La poética del cine” hay una referencia al demonio del medio día, este hizo su aparición arrastrándome al octavo pecado capital… la tristitia, fenómeno que interesó mucho a Casanius un viejo amigo de Raúl Ruiz.
Y ahora al despertar, es tiempo de reconocer que uno es un poco de todo a la vez, que hay buenos tiempos y malos también, que en general los buenos tiempos cohabitan con los malos tiempos, como una forma de explorar en el equilibrio relativo, que cambia y cambia en cada instante.
Por lo tanto hay que reconocer que nuestra naturaleza es cambiante, mutante y que ese es el mejor síntoma de estar vivo, de sentir.
Asustarse es un signo de estar alerta, mis disculpas si sobreactué, prometo aprender de lo experimentado, para el próximo exorcismo, tendré más experticia.